La cineasta Liz Canner

En el año 2001 la cineasta Liz Canner fue contratada por la compañía farmacéutica Vivus para que les ayudara a desarrollar videos eróticos para el ensayo clínico de “Alista”, una supuesta crema que ayudaría a las mujeres a conseguir orgasmos. Su sorpresa al escuchar la promesa de este fármaco fue tal que decidió aceptar el trabajo. Canner a su vez estaba interesada en investigar sobre la naturaleza del deseo femenino por lo que pidió permiso a Vivus de documentar el proceso del ensayo clínico.

Mientras documentaba le llamó la atención un término que no había escucho antes Disfunción Sexual Femenino o FSD en inglés Female Sexual Disfunction. Canner no había escuchado de este término antes pero al parecer aproximadamente 43% de las mujeres en Estados Unidos sufrían de esta enfermedad. Lo que caracterizaba esta anomalía sexual era falta de deseo sexual, falta de excitación y/o dificultad para conseguir orgasmos… (ya sé)

Lo más curioso de esta enfermedad es la premisa de que una sexualidad “normal” para una mujer estaba basada en el comportamiento “normal” para los hombres. Además, era extraño denominar como “anormal” a algo que le estaba pasando a una gran parte de la población femenina.

Todo esto despertó más preguntas en Canner quien decidió investigar más a fondo sobre esta supuesta disfunción. Esto hizo que trabajara durante 9 años en su documental, altamente recomendable, Orgasm.Inc. Bueno, para no hacer el cuento largo, desde principios de los 90’s las empresas farmacéuticas estaban consumidas por encontrar algo igual de redituable como la disfunción sexual masculina que abrió mercado para varios productos que ayudan a los hombres a conseguir erecciones como lo hace Viagra (uno de los productos estrella de Pfizer).

El éxito de Viagra inició una carrera a principios de los 2000 entre empresas como Pfizer, Vivus y Procter & Gamble para solucionar la disfunción sexual femenina. Era obvio que si los hombres podían presentar una disfunción, las mujeres al igual deberían tener una. Al final de cuentas somos iguales, ¿no?

Cabe destacar que Canner no tenía ninguna intención de hacer un documental que expusiera a las empresas farmacéuticas, simplemente fue documentando todo y descubriendo poco a poco que la cura que estaban buscando era para una enfermedad que… no existía. Los desarrolladores de los medicamos en realidad no sabían qué estaban buscando curar ni cómo. Algunos suponían que como la erección en los hombres depende del flujo sanguíneo, algo similar debía funcionar para las mujeres.

Mientras se peleaban por ver quién conseguía aprobación de la FDA primero, la Doctora en Psiquiatría, de la Escuela de Medicina de la Universidad de Nueva York (NYU), Leonore Tiefer quien a su vez es activista, feminista y terapeuta especializada en sexualidad, iniciaba también una batalla en contra de las farmacéuticas para evitar que siguieran esparciendo angustia a las mujeres Estadounidenses. Tiefer mantiene que el problema consiste en que la construcción de la sexualidad pone a hombres y mujeres en una misma caja en lugar de explorar cómo su sexualidad se manifiesta de manera diferente. La Doctora también sugiere dejar de ver la sexualidad humana desde un ángulo mecánico, científico o de salud pública. En lugar de esto ella propone considerar el sexo como un arte para el cuál debemos practicar para perfeccionar nuestra técnica, tal como lo hacemos con el baile, la música, etc. En pocas palabras Tiefer mantiene que no existe ninguna disfunción que curar, solo una falta de entendimiento de la sexualidad femenina que se volvía muy evidente cuando mantenían relaciones sexuales (exclusivamente penetrativas) con hombres.

Nuestra perspectiva en OWN es que nos encanta practicar y qué mejor que tener las herramientas para hacerlo.

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